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MILLENIUM-GRECIA

Capadocia es un árido páramo, con llamativas formaciones rocosas donde existen pueblos subterráneos de culturas que durante generaciones han excavado una compleja red de túneles. Hay redes subterráneas como hormigueros, como Derinkuyu, con diez sótanos, sin ninguna manifestación hacia el interior, refugio de grupos humanos que querían preservar su religión, su riqueza o, simplemente, su vida. Más vistosas son las casas rupestres que utilizan las laderas de barrancos y escorrentías como frontispicio de viviendas, iglesias, industrias y graneros.

1.-ESSAM MUSIC.- Saltar intro eletronico.
Como hiere el amanecer sobre las ruinas de Massada, poco queda de la luz que no sea polvo al viento en el viento de Judea, a espaldas del mar Muerto. Pocos pájaros que rebuscan migas entre los guijarros, sobre el promontorio que culmina el cielo, la heroica, inútil resistencia de la tierra, del hombre empeñado en vivir, esforzándose por crecer más allá de la sangre cuando la sangre lo convierte en presa. Pero todo lo consume la belleza y lo que permanece en la mirada es para el amanecer en las ruinas de Massada, el instante de entrega a lo que se esparce en el desierto.

2.-ISMAEL HORO ISRAELI FOLK. Saltar intro aplausos.



Delfos, sede del oráculo de la diosa de la tierra Gaya, era el centro de la tierra. Según la leyenda, Apolo derrotó a la monstruosa serpiente Pitón, que custodiaba a Gaya y la expulsó del santuario, el cual después compartió con el dios Dionisio. Los sacerdotes délficos desarrollaron un complicado ritual, centrado en la sacerdotisa principal llamada Pitia. Sus manifestaciones eran consideradas las palabras de Apolo y el oráculo era consultado tanto por ciudadanos particulares como por oficiales públicos. Los arqueólogos han encontrado mas de cuatro mil inscripciones que proporcionan una valiosa información sobre la antigua Grecia.

3.-FOLK GLIKERIA. MUSICA GRIEGA.

Troia fue identificada al final del siglo XIX por Heinrich Schliemann en la colina de Hissarlik, en Dardanelos, la costa noroeste de Turquía. Esta área contiene sucesiones de varias ciudades que fueran construidas unas encima de las otras durante varios siglos, uno destas ciudades es Troia. La leyenda de Troia todavía es un misterio con pocas posibilidades de resolverse por los arqueólogos. Tarkan es el representante de la nueva Turkía que une tradición y modernidad y llena estadios en todo el mundo.

4.- TARKAN. UNUTMAMALI.

Una de las tradiciones más arraigadas en Rusia, tradicion muy antigua, es beber alcohol. Antes los hombres bebieron para calentarse durante la temporada fria, ahora a veces esta tradicion se transforma a una "competicion". Beber una botella de vodka entre 3 o 4 hombres o una botella de vino entre 3 o 4 mujeres es normal y no está considerado excesivo. Rechazar beber al menos tanto como el resto de las personas con las que te encuentras es considerado una falta de respeto hacia los demás. La bebida favorita de los hombres rusos es el vodka y la favorita de las mujeres rusas es el Champán Soviético, un vino espumoso ruso bastante decente.

5.- KORENBIKI. FOLK RUSO.

Los puestos del Gran Bazar de Estambul, la capital turca, siempre desprenden música. Cuando, con apenas dieciséis años, Omar Faruk llegó a la capital con la intención de ser profesional de la música a sus oídos se acercaron sones que, de todo el mundo, pero le sorprendió el flamenco. La afición derivó hacia un sueño: unir su música, la de tradición sufi, con la flamenca, en un ejercicio de comunicación entre los sonidos mediterráneos.

6.- OMAR FARUK.


Bandas de Bodas y Funerales, siete zíngaros soplando instrumentos de viento con un impulso arrollador. El alma de los Balcanes no sólo nos ofrece motivos de inquietud y angustia en sus caóticos y belicosos últimos lustros. También en el barro crecen flores de incomparable esplendor y belleza. Kusturica nos las ha hecho ver. Bregovic nos las hace oír. Juntos, o por separado, dejan para el archivo artistico del volcán de Europa la más vivificadora lava que imaginarse pueda. Que los dioses y las musas del arte logren tomar el lugar de los diablos de la guerra y el desastre. Así sea.

7.- WEDDING. GORAN BREGOVIC.
Kroke es la palabra yiddish, judía, con que se conoce a la ciudad polaca de Cracovia. De ahí procede este grupo creado en 1992. Kroke se inspira en la música klezmer tradicional, con influencia de la musica gitana. Como en Toledo, las tres grandes religiones monoteístas supieron convivir en Cracovia , la mas bella ciudad polaca, durante siglos en un clima de paz.

8.-KROKE. DANCE.

La Isla de Creta se eleva en el Mediterráneo con la grandeza propia de su imperio en otros tiempos. Tierra de viñedos y olivos, de calas semidesérticas frente a un mar azul turquesa, de palacios olvidados por el paso de los tiempos, de maravillas naturales en inmensos desfiladeros y cañones, de laberintos míticos habitados por monstruos mitad hombre mitad toro, de mercaderes venecianos, de conquistas y reconquistas.

9.- PANOU POLY. TA LIMANIA.

Praga muestra orgullosa su castillo, elevado en el siglo VIII, sede de los reyes checos sobre el río Moldava. Su ubicacion en la encricijada de Europa, la ha convertido en un iman para los viajeros desde tiempos inmemoriales. HM es un grupo checo que une la tradición con una nueva forma de entender la música.

10.- HM. DON JUAN.

En mitología nórdica, los cuervos son exploradores de Odin, el Ser Supremo. Vuelan a través del mundo entero. Interrogan los vivientes y los muertos. Vuelven y dicen a Oden lo que han visto. Para otros es símbolo de mal agüero. Corvus Corax, es el nombre de un grupo que recoje lo mas potente de la musica medieval. Es una mezcla de grupo de teatro, danza y musica, que actuan vestidos de diablillos.

11.- CORVUS CORAX. ISABELLA.

Inspirados en obras medievales y renacentistas muchos artistas demuestran, día a día, que no hace falta cerrarse a determianda fé para oir musical con espiritualidad, viajes al interior de uno mismo que facilitan el camino. Medieval Babes son doce jovencitas británicas que cantan música antigua profana, con unas voces angelicales en cuerpos de semidiosas. El Time las definió 'las Spice Girls de la música medieval. Otros grupos relevantes son, Voices of Ascension, Anonymous Four,y Sequentia Ensemble.
12.- MEDIEVAL BABES. ADAM LAY IBOUNDEN.

CORRÍA PELIGRO LA MÚSICA DEL GAITERO, camino de convertirse en bandera de luchas atávicas . Así que le dijo el músico a su gaita: anda moza, enamórate tú de quien quieras. Fue la gaita amante del gaiteiro en busca del sur. "Mayo longo" su ultimo disco ha sido considerado uno de los mejores de 2004 en su estilo. Músico con los Chieftains, ha tocado con Dylan, Lou Reed... y ha logrado un Grammy.

13.-CARLOS NUÑEZ. MAYO LONGO.

Medieval Babes sacaron un álbum, Salva nos, con canciones y motetes del siglo XII al XVI, que está teniendo éxito en Europa. Pero, al lado de estas medievalistas, están unas cuantas poetisas musicales cuyas obras destilan espiritualidad, ¿Quién puede decirme si tenemos cielo??...'Es Enya, quien escribe estas letras y apadrina este grupo.
14.-MEDIEVAL BABES. CANTIGA.

Fondo y forma muy cuidada, y sonido de lujo, eso Mo Horizons que no se dejan encasillar. Hacen sesiones de DJ alrededor del mundo llevando consigo, sus ordenadores portátiles Sin dejar escapar ni una sola oportunidad para meter en sus discos duros todo el material auténtico y original que cae en sus manos.

15.-MOHORIZONS. QUASE NADA

Toto la Momposina es la reina musical del Caribe colombiano, su musica es mezcla cultural rica que combina elementos africanos, tradiciones indígenas y melodías hispanas. Nacida en una familia de músicos (van ya 5 generaciones).

16.- TOTO LA MONPOSINA. LA CANDELA VIVA

Chick Korea, musico brasileño y estadounidense, ha sido el pianista de jazz que mejor ha comprendido los ritmos del flamenco y por ello los ha sabido adaptar al jazz. Colaborando con varios artistas de jazz andaluces, ha logrado componer grandes temas que resumen lo mejor de la tradición musical andaluza.

17.-CHICK KOREA. SPAIN.

Tres genios de la música brasileña, Carlinhos Brown, Marisa Monte y Arnaldo Antunes, unieron sus talentos, para crear el grupo “Tribalistas”. Para la única mujer del trío se trataba de “un sueño”. Las carreras individuales y exitosas hacían más interesante el resultado.

18.-TRIBALISTAS. JA SEI NAMOURAR.

Donde vamos, la liamos, este es el lema de Ojos de brujo, grupo barcelonés de rumba que hacen además todo tipo de manifestaciones culturales, como pintura grafiti, video, esculturas y danza. Un grupo de amigo con buen rollo, que además de pasarlo bien, hacen música.

19.-OJOS DE BRUJO. VACILEO.

El músico areglino de rai, Cheb Mami, se unió hace poco con el grupo de etno-tecno Deep Forest, para grabar algunos temas en común. Nuevamente mezcla de sonidos pegados a la tierra con melodías electrónicas que evocan al aire.

20.-CHEB MAMI-DEEP FOREST.

El sitar es el instrumento indio más característico, el que asociamos con la lejana cultura
profunda y al tiempo vitalista, y la tabla es el contrapunto en la percusión. Estos dos instrumentos son la base de toda la música de la India.

21.-INDIAN MUSIC.

"taiko" es el termino que se utiliza para nombrar a los tambores en general, es el arte de la percusión japonesa y compromete al cuerpo, la mente y el espíritu. Combina la percusión tradicional japonesa con los movimientos del karate. Los patrones musicales que se ejecutan se remontan a los tiempos más antiguos del archipiélago y eran utilizados para alentar a los guerreros en las batallas, para pedir y agradecer a los espíritus por las buenas cosechas y pescas, y para comunicarse con los ancestros.

22.-KITARO. JAPANESE DRUMS.

Una sombra errante, una blanca luz

Una sombra errante, una blanca luz

La sombra errante

De repente, Francisco sintió miedo de aquel mundo tan brutal. Las montañas eran escarpadas y puntiagudas, como si el tiempo aún no hubiese podido desgastarlas. Todo era estremecedoramente sencillo. La tarde de febrero estaba fresca en el Castellvell y había caminado durante horas, huyendo de la masía, para encaramarse a lo más alto de la pequeña montaña, anhelando ver un nuevo horizonte, quizá un ancho valle entre los bosques, quizá un ondulante río, quizá el mar. Vio el mar por primera vez a los cinco años y desde entonces lo anhelaba, pero se conformaba con las aguas del Rio Negre o del pantano de San Ponc. Las masías diseminadas por los llanos, entre el bosque y la montaña eran su paisaje habitual desde que nació, al fondo, en la lejanía, la imponente cadena montañosa y cubierta de nieve.

En aquella tierra, en aquel tiempo, no había horizontes, sino muros. Los hechos eran como piedras, incuestionables, contundentes y duros. Francisco -solo y huraño, enfrentado a esa furia del tiempo, ajeno a sí mismo- era un minúsculo punto negro sobre la inmensidad de bosques y montañas, salpicado por manchas blancas de masías diseminadas por doquier. Pero él quería caminar, conocer, conocerse, tantas veces sinónimos. Entender la sombra de piedras milenaria, la brisa caribeña con sombras de espuma y centauros, la eternidad de piedra matemática y estelar, la inmensidad verde de río ancho que se te filtra por las venas y te muerde por dentro, la roja puesta de sol austral. Ni siquiera sabía de dónde le nacía aquel sentimiento, era algo superior, quizá instinto.

Mientras se ponía el sol, bajo aquel fulgor dorado de catástrofe cotidiana, suavizado por el silencio, lentamente Francisco descendía hacia su choza, junto a la masía del patrón al que se había entregado su madre, -algunos contaban historias mucho más oscuras, que mantenían presente esa sombra errante que siempre estuvo en sus vidas de una forma u otra y de la que eternamente quisieron escapar- mientras su padre, luchaba en la guerra.

Vive en una choza levantada por su propio padre, clavando en el suelo una fila de estacas, con palos para armar el esqueleto, con cañas y pasto seco cosido a modo de cobertura, embadurnado de barro, con una camisa de cal. En las ciudades la gente moría de hambre o acribillado por fratricidas balas. En el campo se vivía bien. Se criaban toda clase de frutas, verduras y hortalizas, cerdos, pollos o pavos, aunque eso era cuando no había guerra, porque en las últimas semanas se habían visto obligados a comer carne de un burro muerto por las bombas con el que se pudo hacer sopa muchos días. Nadie la quería comer, y todos protestábamos, pero ella la guardaba para mas tarde, luego sabía peor, y por esa razón algunos la comían más rápido. Ese invierno llovía eternamente y nevaba mucho. Lentamente las gotas de agua resbalaban por el envés de las horas hasta que caía la noche. Seguía lloviendo sobre nuestros sueños, en los ancianos tiempos. Para Francisco, la guerra no era más que la ausencia del padre y unos ojos que miraban a través de la carne y las piedras de un cuerpo deformado encontrado en el interior del pozo, días después de que unos jinetes viniesen a buscarlo.

Las cosas fueron cambiando paulatinamente. La sinrazón se iba apoderando lentamente del aire hasta viciarlo. Pequeños hechos iban anticipando grandes dramas. El aire se podía cortar con un cuchillo. Se cerraron por decreto los bares y lugares de reunión. Alguien intentó prender fuego a una iglesia. En otra un grupo interrumpió la misa con cánticos exaltados. Una mañana, vinieron a buscar al padre y lo vimos partir por un camino con su mirada de niño grande y su sonrisa luminosa, sencilla y fresca, sus ojos transparentes, como una fuente. De vez en cuando volvía a visitarles, trayendo algunas baratijas que hacían la ilusión de los niños. Ellos no sabían que su padre se deshacía en medio de la obscenidad de la guerra, ya ni siquiera sentía pudor en la muerte, se dejaba llevar y seguía vivo, contento de que su familia no supiera nada de aquello.

Francisco ya sabía que tendría que hacerse a sí mismo, que ya es como si fuera un huérfano que busca a su padre en las personas con las que se encuentra y admira y de las que espera auxilio y consejo, ávido de aprender sin nadie que le enseñe, lleno de preguntas sin que nadie le dé respuestas. También sabía entonces, lo mismo que lo sabía su hermano mayor, que nada bueno podría esperar junto a aquella tierra y madre-madrastra. Los vecinos la repudiaban por bruja y puta, los niños se reían de él y no tenía muchos amigos. Y mientras tanto él sólo podía esperar a que todo cambiase, mientras seguía soñando con lejanas tierras y remotos mares desconocidos.

El y su hermano Francisco tomaron la decisión cuando supieron que su madre iba a concebir un hijo que no era de su padre, sino del patrón –eso le habían contado aunque el ya sabía la verdad, mas cruda aún- al que ella ya se habría entregado con el argumento del hambre, con la excusa del abandono y la desesperación maternas ante tantas bocas que alimentar, ante la seguridad que le ofrecería el dinero, ante la ausencia de su marido y el temor por su probable muerte en el frente de guerra. Francisco no podía soportar la mirada de desconfianza del patrón que nada bueno hacía presagiar y la tristeza infinita y ajena de su propia madre. No podía soportar aquel aire asfixiante, aquella agua estancada y maloliente dentro de su casa.

Una mañana Francisco y su hermano cogieron muy temprano algo de comida y un poco de dinero que habían logrado reunir después de meses tramando y se escaparon de su casa sin que nadie supiera nada. Dejaron atrás aquella choza sin despedidas, ni palabras, ni demasiados recuerdos ni remordimientos, y a pesar de todo, con lágrimas en los ojos. Nunca más volverían a ver a su madre ni a sus hermanos. Caminaban deprisa para escapar de su destino, hacia un nuevo horizonte en dirección hacia el sol que ya empezaba a despuntar detrás de laderas y bosques, llenándolo todo de un fulgor rojizo, como un incendio del alma de la tierra.

Ya de día se les vio en el pueblo, cuyas mansiones feudales, castillos, restos de murallas, monasterios, catedrales y palacios episcopales, permanecían altivamente impasibles ante la caravana de huída, por la inminente llegada de las tropas enemigas. Francisco, al pasar junto a la torre de Las Horas, recordó los bailes de los gigantes, los vallets, trabucaires, la mulassa o el baile de bastons, que observaba con curiosidad encaramado a los hombros de su padre siendo un niño. También le vino a la memoria entonces sus pocos recuerdos del colegio, al que acudía cuando su madre y el trabajo lo permitía, Entonces no reparó en que ya daba a su infancia el carácter de algo que había desaparecido, aunque sólo tenía catorce años. Algunos se dirigían hacia la costa, para embarcarse rumbo a América, otros, los menos pudientes se dirigían a pié hacia San Llorenc y luego, hasta Andorra. Aquel día era San Antonio, pero el colorido y la alegría del carnaval había sido sustituido por ropajes oscuros y rostros tristes y compungidos.

Abandonaron la comarca por vez primera en su vida y resolvieron dirigirse al norte, aprovechando su encuentro con Joan un joven albañil amigo de su padre, que les reconoció, aprobó la decisión de huir de su madre y les prometió protección hasta su llegada a suelo francés. En la caravana, todos eran trabajadores del campo y albañiles de sencillas alpargatas, de tez morena y manos cuarteadas por el trabajo, algunos habían sido alcaldes y concejales, otros pertenecían a sindicatos y partidos políticos, aunque la mayoría eran braceros .

Los dos adolescentes mal vestidos y desnutridos no llamaron demasiado la atención en medio de aquel caos de mujeres y niños llorando y hombres con la mirada perdida en medio de algún punto impreciso en el horizonte. Habrían muerto de hambre y frío si no hubieran recibido mantas, pan y café de los componentes de la caravana. Los dos hermanos ayudaban a buscar y cortar leña para encender fuego y se hacían ganar con su trabajo y simpatía el cariño y el respeto de los demás, mientras los picos de las montañas se hacían más escarpados, y los riscos, más orgullosos e indómitos.

Francisco, criado en zona montañosa, siempre encontraba plantas comestibles que eran muy útiles para cocinar, cuando no le ordenaban que se internase en las huertas y granjas que encontraban a su paso aprovechando su menor tamaño. En realidad, la mayoría de las veces, Francisco era sorprendido por los propietarios de las huertas, que cedían gustosamente los alimentos a los integrantes de la caravana. Aunque otras veces, tuvo que huir ante las amenazas y los insultos de otros propietarios que les escupían y les tiraban cubos con orines por las ventanas poco antes de ver el castillo de La Seu. Esos serían del otro bando, le explicó luego su hermano.

Llegar a Francia no fue fácil, tras la más atípica Navidad de sus vidas, comenzó a nevar sin tregua y cuando la gran caravana compuesta por miles de personas, se acercaba a los Pirineos pudieron comprobar que los montes estaban totalmente nevados y muchos de los caminos, cerrados. Se hizo necesario entonces cruzar a pié con la nieve hasta las rodillas. Francisco y su hermano ayudaban a los que iban más cargados, o se ocupaban de los niños menores que ellos o de lo que les encomendaran. Entre los hombres de la caravana pesaba como una losa, un triste aire de derrota, de desesperanza, como si ya no hubiese más batallas, aunque fuesen cotidianas, por luchar, como si lo hubiesen perdido todo y mucho más. A Francisco, siempre observador, le sorprendió cómo muchos de aquellos hombres miraban tristemente sus manos. Manos trabajadas aunque ahora vacías, pero llenas de esperanza, algunas heridas, otras huesudas, pero la mayoría acostumbradas al trabajo y decididas. Los ex combatientes, establecieron rápidamente un sistema de turnos de vigilancia obligatorios, para evitar ser vistos por las tropas enemigas.

Una noche le tocó al propio Francisco hacer uno de estos turnos, en la retaguardia del grupo. El zagal, reunió unas cuantas maderas para encender un fuego con que calentarse del viento helado del norte y escogió una abandonada cabaña de guardabosques, rodeada de grandes maches cabríos salvajes que curiosamente no se mostraron hostiles. La vieja choza estaba situada en una cima de fácil acceso y tenía buena visibilidad de un amplio valle, pues había luna llena. No pudo evitar dormirse rápidamente por el calor del fuego y el cansancio de la jornada. En la madrugada le despertó el frío tacto de un cuchillo sobre su cuello. Tres hombres encapuchados le hacían preguntas y como él no lograba articular ni una sola palabra le propinaron una paliza. Eran soldados enemigos en misión de reconocimiento.

Francisco amaneció tumbado en el suelo de la choza, cómodamente instalado junto al fuego, y hasta pasada una buena media hora desde su despertar no pudo vagamente reconstruir los lejanos recuerdos de la noche anterior, nunca supo exactamente cómo los tres encapuchados acabaron en el exterior de la cabaña intentando defenderse de otros tantos rebecos, que ni se acercaron a él y tampoco supo exactamente qué había sido de ellos. Salió de la cabaña y comprobó cómo por primera vez en muchos días lucía un sol espléndido y eso le hizo sentirse optimista. Además tuvo la suerte de desayunar unos huevos de ave que encontró en un nido y comer algo de pan que llevaba en el zurrón junto a un arma que ni siquiera tuvo que usar, aunque de haberlo intentado tampoco habría logrado sacarle mucho partido, pues su munición estaba en mal estado.

Cuando se disponía a reunirse con los demás, después de haber cumplido su cometido
en el turno nocturno de vigilancia, decidió otear el horizonte claro y limpio más allá de las montañas, a un lado Francia, al otro España. Descubrió entonces lleno de pavor los cuerpos sin vida de los tres atacantes de la noche anterior, que se habían despeñado por una pequeña ladera. Miró alrededor buscando una explicación y sólo descubrió al grupo de machos cabríos salvajes que comían hierba lentamente, mientras de vez en cuando, alguno le dirigía una mirada que a veces parecía de complicidad, y otras veces parecía delatar una sonrisa. De repente, él supo en lo más profundo de su ser, que era distinto a los demás.

A veces la columna de refugiados caminaba de noche para espantar el frío e intentar pasar desapercibidos, y a veces de día, cuando era seguro, pues se había extendido el rumor de que los aviones enemigos bombardeaban también las columnas de refugiados. Corrían a refugiarse a los bosques, bajo los árboles cuando el temible ruido de unos aviones con aquellas extrañas cruces en los extremos de las alas dejaba de ser una amenaza constante para convertirse en realidad.

Una noche que decidieron parar a descansar en unas chozas abandonadas cerca de Canillo, Francisco recogía leña junto a Joan, y le dijo a éste que estaba preocupado por el destino de su familia. Joan le miró a los ojos, le quitó las maderas de las manos, le pidió que se sentase en el suelo y él hizo lo propio. Joan se dispuso a hablar, mientras acariciaba el flequillo del chiquillo.

-A veces sólo hay que preocuparse por cómo sobrevivir. Y esta es una de esas veces. Tu padre es fuerte y listo como el hambre. Saldrá adelante. Seguramente se dirige al norte en una caravana como ésta, puede que incluso le encuentres en Francia. Tu madre y tus hermanos ahora están protegidos por el patrón, nadie les hará daño. Y tu.....tienes que cuidar de tu hermano y pensar en crear tu propia familia, algún día, quizá más pronto de lo que esperas. Tienes que aprender a no fiarte de nadie, a no depender de nadie. Tu eres listo, debes leer mucho, aunque te parezca que no, algún día te servirá.

Sacó del hatillo que llevaba a la espalda algunos libros y se los entregó. Le besó en la frente como solía hacer su padre antes de irse a dormir, y luego lo tapó con una manta, mientras Francisco se dormía abrazado a un libro. Esa noche soñó con una casa inundada de luz y un patio con flores y paredes de cal, con columnas arcos, y varias fuentes enromes con ranas, peces y patos, en donde no existía el tiempo, en donde los ruidos de la calle llegaban como un leve susurro, en donde un niño le tomaba de la mano y le conducía a alguna parte.

Mientras tengáis vuestras manos y ganas de usarlas en el trabajo, no estaréis perdidos, vuestro padre estaría orgulloso de vosotros; esas fueron las frases de Joan más recordadas por los dos adolescentes cuando se vieron obligados a iniciar su propio camino por la llanura francesa, hacia la costa, en busca de un trabajo en la hostelería para ahorrar dinero y tomar un barco con destino a América. Después de abandonar Andorra, se despidieron de Joan con lágrimas en los ojos, pues los había tratado como un padre trataría a sus auténticos hijos.

No fueron las únicas lágrimas que derramarían por Joan, al que siempre recordarían por su gorra de pana y su cara de hombre bueno y que siempre identificaron como a alguien de su familia. Poco tiempo después y gracias a algunos compatriotas se enteraron de la mala suerte que corrieron los españoles que huyeron de la guerra. Cuando creyeron abandonar el infierno bajo las bombas, cayeron también en las garras del hambre, del frío y de la enfermedad, de los campos de refugiados franceses. Pocos meses después los dos adolescentes oyeron incrédulos el relato de la muerte de Joan de los labios emocionados de una vecina de la comarca, amiga de su padre.

El viejo luchador incansable que había sobrevivido a varios años de batallas, a la artillería de los aviones alemanes, de los carros de combate italianos, había
caído víctima de la disentería, por las malas condiciones de higiene de aquellos improvisados campos de refugiados franceses. Nacían criaturas que eran paridas sobre la arena húmeda y protegidas en cajas de cartón, mientras cientos de enfermos agonizaban y contagiaban a sus compañeros de infortunio bajo la lluvia y el hielo, sin apenas agua ni alimentos, medicinas o médicos. Otros tuvieron peor suerte y fueron enviados a desiertos de Marruecos y Argelia.

El Gobierno francés, dada la gravedad de estos problemas, convirtió dos buques en hospitales flotantes para que atendieran a los refugiados más graves. Estos buques estuvieron anclados cerca de Marsella. Hasta aquella ciudad resolvieron dirigirse los dos hermanos adolescentes, con la esperanza de encontrar en alguno de aquellos buques a su padre aunque ya sobrevolaba sobre sus cabezas la idea de América.

-¿Y qué sabes tú de América?. Preguntó Francisco a su hermano mayor cuando le anunció su repentina idea viajera.

-Sé que allí no hay guerras, ni padres que abandonan a sus hijos, que hay ciudades y países grandes y ricos, no se persigue a nadie por cómo piensan. También sé que mucha gente de nuestro pueblo se ha ido allí y vuelven con mucho dinero.

-Pero el pasaje debe ser muy caro, América esta al otro lado del mundo. Replicó Francisco.
-Trabajaremos. Respondió secamente su hermano sin apenas levantar la mirada del techo de madera, se recostó sobre su manta en el pajar y se dispuso a dormir.

Los dos sabían que habían tenido mucha suerte cuando decidieron seguir su propio camino y no continuar con la columna de ex combatientes. Ambos comprendieron claramente que era más seguro seguir solos, así que los dos se adentraron en la campiña
en busca de alguna casa de labor, en donde a cambio de un poco de trabajo le ofreciesen
un techo del que guarecerse del frío, un poco de sopa caliente y quizá algo de conversación y cariño.

Una semana después de salir de España, cuando casi desfallecían de hambre y frío, por fin encontraron una pequeña granja familiar de aspecto normal, en los alrededores de Rennes le Chateau -se conformaban con eso, que les pareció un lujo después de haber visto tantas miserias-, por eso les llenó de esperanza observar a una familia trabajando la tierra, todos unidos. Aquella estampa movió algo en el interior de los dos hermanos y se dirigieron al cabeza de familia, un hombre de mediana edad y aspecto apacible, y sin demasiada esperanza, le pidieron trabajo. A los pocos minutos, su suerte había cambiado y ya formaban parte de una familia aparentemente feliz.

Francisco, no pudo conciliar el sueño en toda la noche, pues frente a sí se abrían tantas interrogantes como estrellas brillaban en el cielo de la noche que ya dejaba paso a un nuevo día, anunciado por los primeros cantos de los gallos. Durante el día no tenía mucho más tiempo para pensar, pues las ocupaciones del campo no se lo permitían y llegaba tan cansado a la noche que no hacían más que comer y dormir.

La zona donde se enclavaba la casa en que estaban acogidos era una tierra poco poblada con una particular lengua que daba nombre a toda la región, dedicada a la agricultura. Una zona de pequeños viñedos entre crestas de piedra desnuda, de valles desiertos llenos de ruiseñores, de arroyos veloces que se nutrían de las nieves y de tierras altas, arenosas y salvajes donde abundaban el tomillo y el arrayán. Una tierra tranquila y ensimismada en si misma que parecía dispuesta a darle a los dos jóvenes la tranquilidad que necesitaban antes de emprender el gran viaje que tenían previsto.

Los dueños de la casa era un matrimonio joven, con dos hijas de 13 y 16 años, que no parecían tener más interés que sus tierras y su propia familia, pero el tiempo fue borrando poco a poco esa imagen, o mejor dicho fue enriqueciéndola con más detalles
hasta volverla sorprendente y muy alejada de aquella primera impresión.

Gerard, el propietario, un hombre afable de 35 años, cabello rubio, sonrisa facil y ojos claros, no se apartaba demasiado de su terruño, excepto los fines de semana, cuando acudía al pueblo a realizar las compras para la semana, iba a misa o a hablar con el misterioso sacerdote Saunières de la iglesia de la Sainte-Madeleine, sobre quien corrían extrañas habladurías, a las que no se daba la mayor importancia, pues es sabido que en tierra de agricultores no abundan los divertimentos y faltaban temas sobre los que hablar, y muy a menudo se inventaban. Marie, su esposa era morena, simpática y siempre atenta con las necesidades que pudiesen tener los dos hermanos a los que mimaba con un afecto sincero y tranquilo.

Pero la alegría de los dos jóvenes catalanes eran las hermanas Louise y Therese Colignon, que ese era el apellido de la familia. Durante los cinco meses que se quedaron en aquella granja, ellas enseñaron a los hermanos a hablar francés correctamente para que pudiesen defenderse con soltura sin ayuda de ningún libro y algunas palabras en lengua occitana.

-Paire Nòstre qu'ei ath cèl, qu'eth tièu nòm sia sanctificat; qu'eth tièu règne venga. Qu'era tia volontat sia hèita ara tèrra coma ath cèl. Dòna-nos agüèi eth nòstre pan de cada dia, e perdona-nos es nòstres ofènses coma nosàti perdonam es d'aqueths que nos an ofensats e no nos deishes pas caure en tentacion; mai deliura-nos deth malin.
Atal sia.

-Se parece un poco al catalán y al castellano. –Observó Francisco. Cuando la muchacha hubo terminado de recitar de memoria su oración.
-Todas las lenguas vienen del Latín. Le explicó Therése, la mayor.
-Sabes mucho, para vivir en medio del campo. –Replicó él.
-Mi padre me enseña muchas cosas, a él le gusta mucho leer y a mí escuchar sus historias de cátaros.
-Y eso qué es.
-Pues es una cosa de la que habla mucho mi padre, “los hombres buenos”, les llama, yo no le hago mucho caso, él dice que se las enseña el cura. A mí me da igual que sean princesas o dragones, me gusta mucho que me cuente historias antes de dormir y yo creo que él se las inventa para mí.
-Y dime. Qué tipo de historias te cuenta.
-La que más me gusta es la de un cura que encuentra un tesoro escondido en una iglesia y lleva una doble vida, de pobreza en el pueblo y de lujo desmedido en la ciudad. Cada día le añade nuevos datos y los personajes parecen cobrar vida.
-Claro, será la historia de su amigo el cura, jejeje.
-No seas tonto, este cura no haría nada de eso. Jajaja.

Therese hablaba de cuentos y leyendas, algo tan irreal y etéreo, como duro y frío era el mundo de Francisco. Todo lo que ella contaba le parecía al muchacho tan mágico como el hecho de estar hablando con aquella muchacha tan dulce y bella, en medio de una campiña tranquila y sin el ruido de las bombas, ni los remordimientos por causa de su familia ni las burlas de los otros muchachos. Los otros dos adolescentes jugaban alrededor de un columpio hecho con una soga sobre un árbol como si fueran niños de cinco años. Los padres habían ido a hablar con el sacerdote y ellos se sentían con más libertad.

Mientras el sol se ponía lentamente, la muchacha le tomó la mano y empezó a juguetear inocentemente con ella. Fue entonces cuando él se sintió dichoso, movido por una fuerza misteriosa hacia sus tiernos labios, hasta que sus rostros se unieron por un momento. El esperó entonces que ocurriera algo, pero no pasó nada más, sólo el tiempo, el viento por entre las copas de los árboles y una sensación de facilidad tan plena como fugaz.

Y así los días iban transcurriendo plácidamente sin más preocupación que la recogida de verduras, la aprobación de los padres a los progresos de los dos hermanos en su trabajo y en el aprendizaje del francés y las visitas de algún familiar o vecino hasta la casa para comentar las últimas novedades y ponerse al día de las noticias de la región de Razés.

Era en los momentos de las visitas cuando empezaban los problemas para Gerard, pues vecinos y familiares, le avisaban insistentemente de que su amistad con aquel extraño cura no podría beneficiarle, pues habían escuchado cosas muy extrañas sobre él.
Gerard no se sorprendía de aquellos avisos, le quitaba importancia, y a continuación proponía un brindis por la amistad, haciendo beber a sus invitados el vino tinto de la última cosecha, de la que tan orgulloso se sentía.

Otras veces, el padre de familia, disculpaba los supuestos deslices de su amigo el cura con argumentos como que le enriquecía con “alimento intelectual”, pues disponía de una gran biblioteca en la iglesia y como suele ocurrir en estos casos, el cura era un gran conversador. Culto, instruido y al contrario de lo que pudiera pensarse, hombre de mundo, admiraba los placeres cotidianos, -en demasía, para un cura-, podría objetarse. Vivía con Maria, su sobrina, una sirvienta joven, bella y discreta y no se metía demasiado en los asuntos de los demás. Nada que ver con las historias que sobre él se contaban.

Involuntariamente, Francisco escuchaba todos estos dimes y diretes, sin demasiado interés hasta que un día oyó a Teresa, -así la llamaba él-, decir que su padre no era en exceso católico, algo que provocó su natural sorpresa y no hizo más que aumentar su curiosidad. Cuando Francisco preguntó que si no era católico porqué mantenía aquella amistad tan criticada con el cura, la muchacha respondió que los dos tenían las mismas inclinaciones.

El siguió insistiendo en querer saber algo más de aquellas inclinaciones comunes de que hablaba su hija, pero no quiso resultar impertinente, así que no hizo más preguntas.
Lo primero que hizo Francisco fue poner al tanto a su hermano y ambos comenzaron a indagar.

En las comidas todo seguía como siempre, con charlas largas, amenas y llenas de enseñanzas que dejaban ver el afecto que sentían los muchachos por sus protectores, a los que no querían defraudar, y viceversa. Por otro lado, el instinto de autoprotección de Francisco le empujaba a querer saber todo cuanto pudiese sobre aquellas inclinaciones misteriosas del hombre al que ya había confesado en mas de una ocasión en sentidos arranques de sinceridad, su admiración por el hecho de que su familia era como la que a él le hubiese gustado tener.

Intentó averiguar todo cuanto pudiese sobre aquel misterioso cura y sobre qué circunstancia lo hacía tan nocivo a los ojos de todos los demás. Primero preguntó a las dos hermanas, sin obtener demasiado, después haciéndose el despistado, entabló charlas con los agricultores de las parcelas cercanas, con el mismo resultado y más tarde, hizo preguntas a viajeros ocasionales que transitaban los caminos, con idéntico final. Comenzó sus pesquisas con gran curiosidad, pero acabó por desanimarse pronto ante la ausencia de resultados claros, pues supo que su empresa no iba a resultar fácil.

Pronto se vio obligado a olvidar estas circunstancias que finalmente se revelaron como poco importantes, ante nuevos hechos que poco a poco fueron ganando más protagonismo.

Hacía poco tiempo que Gerard, siempre atento a cualquier tipo de novedades, había adquirido un aparato de radio en un comercio de la cercana ciudad de Carcasonne, pero las tareas del campo impedían prestar demasiada atención a aquel mueble. Por fin llegó el bueno tiempo y luego, los días se fueron haciendo mucho más largos, y se tuvo espacio para otras cosas que antes eran un auténtico lujo. Poco a poco, los días fueron conduciéndoles hasta el verano y un día la radio anunció la noticia de que los alemanes habían entrado en París. Nuevamente, la sombra de la guerra se cernía sobre sus vidas. La noticia les llegó por la radio, el locutor leía un comunicado severamente, mientras el patrón de la granja escuchaba mirando al suelo, y el resto de los miembros de la familia permanecía en silencio. La tensión se podía cortar con un cuchillo.
“Las tropas de la Wehrmacht ingresan victoriosas en París. Hitler obliga a los franceses a que firmen la rendición en el bosque de Compiègne, en el mismo vagón de ferrocarril que, en 1918, los alemanes habían tenido que aceptar las condiciones de los Aliados. En los Champs-Elysées desfilan con paso de ganso exhibiendo sus estandartes y en la Torre Eiffel colocan un cartel con "V" de la victoria y la frase "Deutschland siegt auf allen fronten".Alemania gana sobre todos los frentes. El gobierno francés se repliega a Bordeaux y el mariscal Pétain es nombrado presidente del Consejo e inicia la colaboración con los nazis. Charles de Gaulle, instalado en Londres, hace un llamamiento invitando a continuar la lucha”.
Gerard parecía muy afectado por todo aquello, tanto o más que si hubiese muerto un familiar. Cuando recuperó el ánimo consoló a su mujer e hijas, que tenían miedo, y les dijo que no se habían de preocupar por nada, pues en el sur estaban a salvo, que todo aquello quedaba lejos. Podría llegar algún soldado pidiendo la documentación, pero nada más. Solicitó a todos los que habitaban en la casa que tuviesen cuidado y se abstuviesen de hacer ningún comentario a favor o en contra de ningún bando delante de los demás, y a los dos hermanos catalanes les dijo que lo que oyeran dentro de la casa, no tendría que salir fuera bajo ningún concepto, pues la vida de todos podría depender de ello.
Luego Gerard se llevó en una habitación aparte a Francisco y le estuvo hablando largo tiempo. En su charla , el adolescente intuyó que su patrón había visto algo en él que le preocupaba, sin embargo al joven la actitud de su protector hasta el momento le tranquilizaba bastante, pues solo habían recibido cosas buenas de ellos y siempre se mostró prudente y comedido.
-Dime Francisco, si tu tierra fuera invadida por extranjeros qué harías.
Francisco dudó por un momento la respuesta, pues parecía demasiado evidente y tampoco sabía adónde quería llegar su patrón, que fumaba en pipa pausadamente, y lanzaba al aire bocanadas de humo, modeladas con su boca en caprichosas formas que se elevaban lentamente, mientras con una mano movía lentamente una copa de cognac caro, como si celebrase algo, o quisiese relajarse con el alcohol.
-Defenderla, sin duda. Respondió sinceramente el zagal.
-Bien ¿y..... si defenderla supusiera peligros para ti y tu familia, incluso problemas con los vecinos, si ellos tuviesen otra opinión?.
El patrón miraba distraídamente por la ventana de su lujosa biblioteca, mientras Francisco se recostaba en un mullido sillón de piel que contribuía a crear un ambiente distendido. Dejaba caer sus palabras como si pesasen demasiado.
-Nadie tendría porqué saber mis opiniones. Pero mi postura sería la misma. Opinó.
Luego, Gerhard abordó abiertamente al joven español. Inició su parlamento con un largo preámbulo sobre la amistad, la confianza y la importancia de esos valores en los tiempos que corren, y también sobre la necesidad de tener valores que nos acerquen a otros seres humanos. Le advirtió de que en tiempos de guerra suelen ocurrir cosas que normalmente no pasan, y que aunque parezca algo inexplicable, todo tenía una finalidad.
-Puede que en los próximos días veas cosas que no entiendes. Le anunció. Y puede que la curiosidad te lleve a comprometerte con la verdad, pero has de saber que si lo haces será para siempre. Las puertas en estas circunstancias no están entreabiertas, sino abiertas o cerradas. Y si abres una puerta, se cierra tras tus espaldas. Así son las cosas. Claro que también puedes dejarla cerrada, en cuyo caso nada ocurrirá. En cualquier caso quiero que sepas que pase lo que pase tendrás mi apoyo y mi cariño.
Francisco no estuvo seguro de haber entendido el verdadero significado de las palabras de su patrón y por más vueltas que le dio no consiguió encontrar una explicación satisfactoria. Ni siquiera consultándolo con su hermano, lograron darle un único significado a aquellas palabras aunque quizá eso era lo que iba buscando Gerard.
Los acontecimientos de los últimos días no alteraron en lo más mínimo la convivencia en el interior de la casa, y los hábitos de la familia sólo se vieron modificados por un incremento en las visitas de los padres a la iglesia, que se traducía en mayor libertad para sus hijas y los catalanes, que aprovechaban éstas ausencias para ir a nadar al cercano río, cuando terminaba la jornada de trabajo.
La placidez de los días de verano era solo interrumpida por las malas noticias que llegaban de la radio, cuando no emitía música fox-trot, clásica o tradicional de la zona. Francisco se alegró por la llegada a su vida de un nuevo amigo, Pierre, un pelirrojo lleno de pecas, malhumorado, irónico y gracioso, panadero del pueblo, que llegó como un poco de aire fresco, pues a veces se sentía preso de aquella casa y sus habitantes. Su hermano se había prendado de la hermana menor, en cambio a él, la presencia deliciosa de Teresa no le subyugaba hasta el punto, de hacerle olvidar dónde estaba y en qué condiciones. Quizá fuera la edad, pues su hermano era algo menor aunque a veces se comportaba como si fuese mayor.
Pierre era solo unos años mayor que él, pero ya parecía todo un experimentado hombrecito, según se desprendía de su forma de comportarse y hablar, aunque Francisco no descartó que estuviese aun en la edad de pavonearse ante los demás, mientras que él siempre tuvo claro, que las comparaciones siempre serían consigo mismo.
Pierre fumaba, bebía, y presumía, como todos los adolescentes de su edad, de haber estado con muchas chicas. Por su trabajo conocía muy bien a toda la gente del pueblo, y siempre estaba contando las últimas habladurías de sus habitantes e incluso estaba al tanto de lo que no se decía.
-Pierre, tú y yo, vamos a llevarnos muy bien. Le dijo Francisco cuando se hicieron amigos.
Pierre le invitó un día a beber en una taberna del pueblo, y Francisco tuvo que pensárselo varias veces, pues si su patrón le había dado permiso para que volviese a las doce de la noche, Teresa no se mostró muy complacida con aquella idea y le previno contra el lugar, a donde a veces iban algunas “fille de joie” según su puritana expresión y contra el mismo Pierre, que tenía fama, según ella de convenido con sus amistades. El no hizo mucho caso , pues ya le apetecía salir de aquella casa y mezclarse un poco con aquel poblacho, no sin antes escuchar las reconvenciones de su patrón antes de iniciar la marcha. A última hora su hermano decidió acompañarle, quizá por recomendación de Terese, que últimamente estaba mostrando abiertamente sus inclinaciones hacia él, logrando que se volviese más desdeñoso.
Francisco impresionó al muchacho francés contándole la historia de su huida de Cataluña, de su madre y de Franco, y desde entonces lo admiró profundamente. Las jarras de cerveza corrían por encima de la mesa, mientras Pierre, el “experimentado” se convertía poco a poco en Pierre el fanfarrón por efecto del alcohol. Cuando, el mayor de los dos hermanos catalanes le preguntó por la historia del cura del pueblo, Pierre lo contó con todo lujo de detalles, sin embargo, Francisco no supo si creerlo pues la historia era verdaderamente increíble, quizá precisamente por eso, era la más difundida y creída en el pueblo.
Según contó Pierre, el párroco Saunières decidió hace varios años restaurar el altar mayor de la iglesia, tras del cual había una columna visigótica que estaba hueca y dentro halló tres pergaminos, según la versión del achispado joven, que decía basarse en conocidos e íntimos del cura.
-Ya se sabe que en los pueblos nos conocemos todos. Explicaba Pierre, mientras contaba la historia en una taberna atestada de gente, con olor a humor de tabaco y serrín.
Aquellos manuscritos de los Evangelios, contenían una serie de rasgos inesperados: dibujos de monogramas, letras añadidas, marcas; indicios de que los documentos estaban en clave. Un criptógrafo no encontraría demasiadas dificultades en descifrarlos. El Obispo de Carcassonne dio a Saunières autorización (y dinero) para ir inmediatamente a París. Allí entregó los documentos al abate Bieil, gran experto en sociedades secretas.
Pierre contaba aquella historia en alta voz, en medio de una taberna, como si ya todo el mundo conociera los detalles
A partir de entonces la vida el párroco cambió, iba a Paris con mucha frecuencia, se codeaba con la alta sociedad, se hizo gran amigo de una famosa soprano y su tren de vida comenzó a ser elevado. De vuelta al pueblo el cura continuó la restauración de la iglesia.
-Con ayuda de unos cuantos amigos míos que sé donde viven y que están aún en el pueblo, encontraron una losa al pie del atar, del siglo V, cuando fue removida el cura ordenó que lo dejaran solo. Contaba Pierre como una historia repetida mecánicamente mientras dedicaba furtivas miradas a algunas mujeres que había en el local.
Contó que lo hallado eran dos esqueletos y un cuenco lleno de objetos; Saunière manifestó que eran medallones sin valor. Durante los dos años siguientes, Béranger Saunière viajó mucho. Decidió restaurar toda la iglesia, con un estilo muy curioso. El mismo cura pintó la imagen de María Magdalena que hay en el altar, escribió sobre la entrada de la iglesia la frase Terribilis est locus iste e hizo con sus manos, la estatua del diablo de la entrada. Compró el terreno colindante a la iglesia, construyó un paseo y la Tour Magdala, una casa de huéspedes y lo pagó todo de su bolsillo.
-Había gastado bastante más de un millón de francos..., y eran francs d'or, que valían 20 veces más que los de ahora, explicaba Pierre con los ojos muy abiertos.
-¿Y bien?, preguntó Francisco cuando concluyó de contar la historia. ¿A dónde nos conduce todo ésto?.
-A ningún lado, nadie tiene una explicación para este enriquecimiento súbito, pero la gente del pueblo, aunque sigue yendo a misa, no se fía del cura, habla de sociedades secretas, del tesoro de los cátaros, y de no se cuantas cosas más.
-Supongo que será la envidia. En las iglesias hay obras de arte y a veces se venden. Opinó Francisco. No entiendo donde está el misterio.
-Et in Arcadia Ego. Dijo Pierre.
-Veo que en este pueblo todo el mundo es muy culto, y sabe muchos idiomas pero están dispuestos a creer historias increíbles. Repuso Francisco.
-Esta es la frase que dicen había en una lápida del cementerio de la iglesia, borrada por el propio cura. Saunière trajo de París una reproducción del cuadro «Los pastores de Arcadia» de Nicolás Poussin. La tumba era de Marie de Negri, heredera de Bertrand de Blanchefort, primer Gran Maestre templario, cuya herencia nunca pudo recibir pues no se encontraban los papeles. Todo el mundo cree que el cura encontró esos papeles y cobró esa herencia.
-Pero ¿tenéis alguna prueba?. No. Pensaba que en Francia no se acusa a nadie de ser hereje, o brujo o ladrón de tumbas sin prueba alguna, pero ya veo que no es así.
-Querías saber qué dice la gente del pueblo sobre el cura, ahora ya lo sabes. Todo el mundo le tiene miedo.
-No todo el mundo. Nuestro patrón le aprecia.

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